El proyecto

A pie de calle por los derechos laborales

La historia de estas mujeres es una crónica de lucha y capacidad de resistencia que las llevó a desempeñar un papel central en la organización social de los conflictos que, como fruto de la reconversión industrial, tuvieron lugar en las empresas IKE y Crady.
Una década de movilizaciones caracterizó el conflicto de IKE, destacando el encierro que desde julio de 1990 llevaron a cabo durante cuatro años en una fábrica sin agua corriente ni calefacción. Ana Carpintero, Jovita Friera, Charo López y Bernardina Santos tenían claro una cosa: para iniciar una revuelta en defensa de los derechos laborales y los puestos de trabajo solo tenían que estar dispuestas a hacerlo.

A pesar de que la plantilla de Crady estaba formada por más de un 50% de mujeres, los hombres ocupaban los puestos más valorados y eran  recompensados por ello con los correspondientes complementos económicos. Ángeles Pollo y Gela Duque fueron dos de las principales protagonistas de una acción sindical que, además de posicionarse contra los despidos, trataba de enfrentarse con las estructuras masculinizadas de las empresas.

Obrerol y Tabacalera fueron en su momento otras empresas protagonistas de la crisis industrial en Xixón. A ellas hay que sumar, en el momento actual, el recurso social público ERA.
Emilia Vallina y Mª José Costales plantaron cara al ERE que supuso la extinción de los contratos de cuarenta y siete trabajadoras en Obrerol, a pesar de los fondos mineros y las sustanciosas ayudas que la empresa recibió del gobierno asturiano. Igualmente, denunciaron el grave deterioro de los puestos de trabajo restantes. Por todo ello, sufrieron durante años sucesivos atropellos en su condición de representantes sindicales.
Tabacalera puso la puntilla definitiva a la destrucción de empleo femenino en Xixón a partir de su privatización en el año 1998 por el gobierno del Partido Popular. A pesar de las movilizaciones llevadas a cabo, los planes del cierre de fábricas y la consiguiente pérdida de puestos de trabajo siguieron adelante. Liliana Fernández tuvo una destacada intervención en las huelgas junto a otras muchas mujeres, entre ellas Rosa María Fernández García (UGT).
El desmantelamiento de lo público, con la excusa de la crisis, es uno de los motivos que señalan Yolanda Rodríguez y Amada Fuertes para implicarse de forma activa en la asamblea de trabajadores y trabajadoras del ERA. No están dispuestas a admitir que se continúe devaluando la calidad del empleo y de las prestaciones, y menos aún la progresiva privatización de los servicios.
Todas coinciden en que hubo un antes y un después de su implicación activa en los diferentes conflictos: la toma de conciencia como trabajadoras y como feministas. El camino no fue fácil, sobre todo porque tuvieron que compatibilizar las distintas movilizaciones con la vida familiar. Son conscientes de que la cultura de la fábrica se ha ido perdiendo con el paso de los años y que las sucesivas reformas laborales han significado un paso atrás en el terreno de los derechos laborales: despidos  y personas trabajando cada vez por menos. Pero, al menos, se muestran ilusionadas por un cambio político que posibilite una vida digna al conjunto de la población.

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